Fragmentos del derrumbe

Entremos al asunto sin rodeos: el manejo de las circunstancias que precedieron y las reacciones gubernamentales que siguieron al asesinato de la encargada de negocios en Kenia, la funcionaria de carrera Olga Fonseca, son dolorosa muestra del maltrato humano y profesional al servicio exterior y a los intereses de Venezuela. El crimen, espantoso en sí mismo, reúne en ate rrador conjunto los peores rasgos del método de destrucción de la diplomacia como ejercicio formal de creación de vínculos entre gobiernos y sociedades, para beneficio común. La incorporación de personal leal al proyecto del gobierno, antes que profesional y por tanto institucionalmente comprometido con el país, no sólo ha tenido como consecuencia una gestión ineficaz y contraria a los intereses de los venezolanos, sino que en los más altos niveles ha llegado a producir situaciones escandalosas dignas de gravísimas denuncias nunca formalmente investigadas y sancionadas: desde grosera injerencia en asuntos internos hasta acoso sexual. El desprecio por las normas del derecho inter nacional y las más específicas de las convenciones sobre relaciones consulares y diplomáticas, escudado en razones de soberanía e intenciones de transformación del orden internacional, alienta prácticas reñidas con la transparencia procedimental, y ajenas a la construcción de confianza sobre la base de principios compartidos. De ahí resulta un juego político de alianzas oscuras, transacciones opacas y negociados inescrutables. La evasión de responsabilidades, dentro y fuera del país, es la fórmula para borrar cualquier huella de profesionalismo, confianza y principios. El personal leal a un programa en trance de hacerse irreversible debe secundar todas las iniciativas que ayuden a levantar una muralla entre el...

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