Con franqueza

Gobiernos y analistas han ido haciendo sus balances sobre el encuentro hemisférico de Cartagena, que con tanto esmero preparó el Gobierno colombiano. Mi impresión es que unos y otros seguimos juzgando estas citas con viejos criterios que nos impiden precisar y asumir la fragilidad actual de Latinoamérica y el Caribe. Quejarse de la incomprensión de Washington; suponer que sin ella habría unidad regional en temas políticos y comerciales sustantivos; pensar que las posiciones de la Alianza Bolivariana o de Argentina fueron el principal obstáculo al consenso y, especialmente, pretender que se puede reinventar una agenda hemisférica sin disposición a negociar acuerdos en torno a las nuevas circunstancias de este lado del mundo. He allí cuatro muestras de valoraciones sobre las que creo necesario reflexionar. Conviene revisarlas con franqueza: no para cerrarnos oportunidades sino para construirlas con acierto. Estados Unidos y los Estados desunidos, ex presión acuñada en el siglo XIX, resume en buena medida la peculiar línea divisoria trazada por nuestros gobernantes e intelectuales. En el norte, la democracia admirada e imperio temido; al sur, los países vulnerables y regionalmente divididos por sus conflictos y recelos geopolíticos. Miremos ese cuadro en el presente y encontraremos que la política exterior de la administración de Barack Obama no es precisamente la menos comprensiva o menos dispuesta a impulsar una nueva y más respetuosa diplomacia hacia el sur del continente, incluidos los gestos acumulados hacia Cuba. Por otro lado, la segunda parte de la vieja ex presión, en la que nos definimos desde la desunión, tiene vigencia indudable, aunque las tradicionales crisis regionales y graves enfrentamientos armados internacionales hayan felizmente desaparecido. No nos...

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