Furia en Pekín

Los dueños de celulares y de equipos con acceso a Internet quedaron atónitos cuando el viernes de la semana pasada notaron que toda mención de las palabras Premio Nobel, Liu Xiaobo, Noruega y Paz traía como consecuencia el bloqueo de sus mensajes de textos o correos electrónicos. La conexión a las páginas web que hicieran uso de estas palabras había sido igualmente bloqueada desde las centrales de acceso oficial al ciberespacio. Y es que el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a un luchador por los derechos de los chinos y en contra de la represión comunista fue más de lo que pudo digerir el Gobierno de Pekín. Liu Xiaobo se había iniciado en esta gesta a favor de sus conciudadanos desde 1989 cuando el movimiento estudiantil fue asfixiado en Tiananmen Square. Ello le costó 18 meses tras las rejas sin juicio. En esta ocasión, el premio le fue acordado después de haber sido sentenciado, en diciembre 2009, a 11 años de cárcel por subversión ante el poder del Estado. La reacción adversa del mundo ante el rigor de la sentencia se hizo sentir en los 4 puntos cardinales del planeta en aquel diciembre, y ahora ha sido revivida con motivo de la concesión del premio de Oslo.

Liu lleva dos décadas sin poder ser silenciado y se ha erigido en un ejemplo viviente de los movimientos que no sucumben ante la intimidación partidista. En ese período, tres veces ha ido a dar con sus huesos en las cárceles chinas y ha acumulado en ellas cinco años de reclusión.

Evidentemente, el Nobel que le acordó el jurado del premio noruego cae como una pedrada en el ojo del gobierno de Hu, quien no tiene más defensa que ejercer que la descalificación de su adversario. Pero el carácter sereno de este activista y de su esposa, la poeta Liu Xia, ha ido calando dentro de los altos...

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