El fútbol, las distancias, la miseria humana

Vemos hacia atrás y allá, en la distancia infinita, van quedando las co sas vistas y vividas. Allá ha quedado el orden social, los campos de caña y manzana, los viñedos imposibles. El tren, que en su carrera va haciendo el verde más verde, se mete en las entrañas de la tierra y va dejando Europa y, convertido en avión, va haciéndose América. Atrás va quedado Offenburg, la plácida ciudad alemana donde pasa de todo pero nunca pasa nada, y Suiza, y Francia, y España, y el retorno a casa porque la cotidianidad no puede esperar más. Qué dulce es ir, qué dulce es venir. Entonces, hacemos un recuento y pensamos en fútbol. El rigor, la contundencia, la seriedad, el abolengo de aquella realidad; la falta de consolidación de esta, con la que tenemos que bregar, queramos o no. Tiene que ver, cómo no, con el desarrollo como naciones, porque a país de primer mundo, le corresponde fútbol de primer mundo; a país en vías de desarrollo, como eufemísticamente llaman a Venezuela desde hace mucho tiempo, pues le toca un fútbol así. ¿Qué habrá que hacer para que se transfigure? ... Entonces, pensamos en la miseria como parte de la condición humana. No en la miseria de los hombres y mujeres que piden limosna, sino en los que dan como si fuera limosna. Y esto si es igual en todas partes, por lo dicho, por la condición de la especie. Hay rabia y hay impotencia por los sufrimientos del Lara, porque nadie se ofrece, porque nadie quiere cargar con las deudas que ha dejado la miseria. ¿Y en la orgullosa Europa? No hay quien se ocupe de los despojos del Málaga, de su zozobra, de su camino desandado.. Lo de los larenses parece un lugar común, lo de los andaluces una rareza. No importa; como quiera que sea, es lo que dejan los que se van, los que piensan que el fútbol es tránsfuga, un sitio para surgir, la...

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