Mientras mi garganta esté bien, puedo vivir feliz

Ayer Oscar D’León manejó su propia camioneta desde Prados del Este, donde vive, hasta el hotel Eurobuilding, que visitó para ponerse al día con la prensa de su país. Cruzó el umbral en dirección al lobby y saludó entusiasmado, con una elegante guayabera negra, lentes Rayban y una enorme sonrisa.Tenía tres meses fuera de Ve nezuela. Fue por ese cantazo que me llevé. Yo estaba buscando unas cosas en el clóset y dejé mal puesta una cajita de reloj. Me agaché hace la mímica mientras lo cuenta y cuando volteé, ¡pah! No fue un golpe muy duro, pero certero. Estoy viendo borroso, pero en tres meses me introducen un lente intraocular para ver como Dios manda.Caminó hacia el salón Zafi ro, acompañado por el escritor William Briceño, que está preparando su biografía, y Oswaldo Ponte, quien ha sido su mánager durante 30 años. Entró y, como acostumbra, saludó a todos y cada uno de los presentes con besos, ocurrencias, fl irteos, tarareos y uno que otro ¡sabroooso!.El sonero relucía, como en sus tiempos mozos. No usó ningún parche. Hasta se quitó los lentes y los puso por encima de su cabeza rapada para mostrar el ojo que ha sido la preocupación de muchos. Puede abrirlo, pero en sus párpados todavía hay huellas del golpe y el bisturí.El globo ocular se le ve opaco, como quien tiene una catarata incipiente.Minutos antes, Ponte, su má nager, comentó lo importante que había sido la actitud positiva en su recuperación: A ese señor se le puede estar cayendo el mundo, pero él siempre tendrá una explicación para eso y encontrará la fuerza pa ra afrontarlo. Después fue el propio D’León el que se expresó: Mientras mi garganta esté bien, puedo vivir feliz.Agradeció el cariño del públi co. Y, cuando lo hizo...

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