Gesto global del cantor

Amediados de los años ochenta, cuando Danzahoy presentara la obra Tonadas de la coreógrafa costarricense Marcela Aguilar, sobre una selección de canciones de Simón Díaz, la entonces no vel compañía pregonaba con entusiasmo la factibilidad de una danza contemporánea latinoamericana. Esta visión compartida por los directores, bailarines y colaboradores de la estimulante agrupación orientó la primera etapa de trabajo de la misma, hasta que progresivamente fue depurando la universalización de su discurso, aunque sin prescindir nunca de su esencia originaria.Mirar en ese momento hacia la música de Simón Díaz y su imaginario popular significó además de un riesgo una reafirmación de la visión del proyecto de Adriana Urdaneta, Luz Urdaneta y Jacques Broquet, en sus años iniciales, justo cuan do la música experimental en relación con la danza de vanguardia predominaba de manera casi imperativa.Ese abordaje alternativo del ámbito sencillo del célebre cantautor abrió caminos hacia procesos más complejos de creación generados por Danzahoy y concretados en las obras Huéspedes Tonada de las espigas y Soy por derecho Tonada de luna llena de Adriana Urdaneta.También su voz sirvió de hilo conductor ahora vuelve a hacerlo de la dramaturgia infantil de Oto, el pirata , dotando a esa aventura escénica de un muy próximo sentido de pertenencia.En cierto modo, Urdaneta vislumbró que el cercano canto de Simón Díaz podría adquirir un carácter global impensado, al incorporarlo a conceptos y lenguajes corporales portadores de apremiante contemporaneidad, haciendo de lo genuinamente local un referente de validez universal. Tal vez la cima más alta alcanzada dentro de esta mirada lo constituya el tratamiento que Pina Bausch hizo del compositor...

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