El gigante que no se llama

Cuenta el mito que Ulises llegó con sus soldados a la morada del cíclope Polifemo y éste quiso saber quiénes eran sus visitantes. En cuanto algunos se presentaron, el cíclope arremetió contra ellos: los despedazó, los asó y se los comió. Ulises esperó su turno y, en el suspenso, imaginó la salida: cogió un palo de olivo, le puso en el extremo una afilada punta de metal y, cuando llegó su momento, le dijo al gigante que su nombre era Nadie. Se las arregló para emborrachar al monstruo y, ebrio, el cíclope se durmió. Ulises subió sobre él y le clavó la estaca en su ojo único. Cuando el dolor le permitió reaccionar, el cíclope gritó: ¡Fue Nadie, fue Nadie!.El relato me recuerda lo que le oí decir a la madre de un amigo.A la señora dama criolla de rancio encopetamiento no le gustaba viajar a Estados Unidos porque desconfiaba de un país sin nombre. Estados Unidos’ no identifica nada, decía. En su mente, esas dos palabras no remitían ni a un mito ni a un relato histórico y apenas alcanzaban para afirmar la unidad de un bloque geográfico.Le extrañaba que Estados Unidos pudiera ser una potencia cuando tenía esa falla de origen, evidente por medio del hecho de que los estadounidenses no son capaces de llamarse como tales en inglés y por lo tanto recurren a una generalización: americanos. Se trata de un típico prejuicio antiyanqui que, por cierto, no es propiedad exclusiva de chavistas o ñángaras comecandela: es un punto de honor o patada de ahogado de latinoamericanos estragados por las conquistas y las suficiencias del norte.El año pasado organicé un evento en la universidad americana donde trabajo en el que el invitado fue el percusionista nu yorican Bobby Sanabria. Sanabria es un tipo duro del Bronx que se ha codeado con todos los grandes Mario Bauzá, Celia Cruz, Dizzy Gillespie, Tito Puente..., que se come una barra grande de chocolate en tres certeros mordiscos y da órdenes como el jefe de un cartel de la frontera. En el semáforo de una típica zona comercial suburbana comentó, sin que viniera a cuento: No hay escapatoria. En este país tú coges un avión tres horas y es como si no te hubieras movido ni una pulgada de la cuadra de tu casa. Se refería al paisaje...

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