Giros dis-continuos

Por si el balance de la danza venezolana durante el año 2012 fuera necesario, concretamente la caraqueña, habría que destacar algunos logros ubicados dentro de los contextos oficiales, desde hace algún tiempo regidores, casi por completo, de las actividades alrededor del arte del movimiento, muy por encima de las iniciativas aisladas de la llamada danza independiente. El retorno de parte de la obra de Vicente Nebreda, a 10 años de su fallecimiento, al Teatro Teresa Carreño representa un punto alto. Se trata de un primer paso para la exaltación y la divulgación de un patrimonio artístico dinámico y vigente en el mundo, que desde hace algún tiempo faltaba de su escenario natural. La representación de nuevo de La Luna y los hijos que te nía, asumida ahora como ejemplo de identificación de su autor con sus raíces culturales, y de Doble cor chea, título que fusiona va lores plásticos y sutil humor, referencial ya dentro del ballet latinoamericano, permite suponer el regreso oportuno de otras obras emblemas en la coreografía de Nebreda. Por otra parte, la alianza institucional establecida entre el Ballet Teresa Carreño y el Ballet Nuevo Mundo, concretada en una temporada conjunta, que integró repertorios y bailarines, sirvió no sólo para estimular la cooperación, sino para evidenciar las potencialidades, todavía existentes, para un resurgimiento de la danza clásica en el país. El proyecto de los Siete pe cados capitales, de la Com pañía Nacional de Danza, ofreció notables niveles de producción en la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, al tiempo que desiguales concreciones coreográficas. Los aportes de Leyson Ponce La gula y la española Carmen Werner La pereza se mostraron como sus mayores hallazgos creativos, tanto por su solidez...

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