Golpe

Tanta invocación al diálogo, tanto conjurar con sahumerio el espíritu de la transición, ya ha quedado sobradamente claro que en los gobernantes venezolanos produce el mismo efecto que en las fieras el olor a sangre. Al desconvocar la marcha del 17 de abril en Caracas, Capriles sin duda dio una lección de responsabilidad cívica y madurez política. Pero un gobierno que recoge lo sembrado por el atorrante Chávez un Estado quebrado, un sucesor inane, unos militares cebados no está para volver a clases. Si es que alguno de sus miembros hizo otra cosa, en su día, que fumárselas. Aunque tal vez esto explique aquello: ¿cómo van a saber lo que significa diálogo o transición quienes ni estudiaban ni dejaban estudiar a sus compañeros? Porque los que hoy se sientan en las poltronas, de Miraflores abajo, en más de un caso son los mismos que tarde tras tarde, en aquellos años de plomo de la feroz democracia venezolana en los que nadie podía manifestarse por las calles de Caracas, cerraban la entrada a la UCV por Las Tres Gracias para ensayar sus pirotecnias malandras y, a golpe de molotovs, niples y algún que otro balazo, montaban sus espectáculos cutres de son et lu mière . Estudiantes que año tras año repetían el mismo curso de Metodología I, o cómo aprender a distinguir los efluvios de la gasolina del azufre de la pólvora, dictado por algún aventajado émulo del coronel Bill Kilgore de Apocalypse Now . A qué sorprenderse si ahora, cada vez que oyen la palabra diá logo, sacan la pistola y entonan el coro de los incendiarios: ¡El napalm, hijo! Nada en el mundo huele así. ¡Amo el olor del napalm por la mañana!.Como todas las cosas quie ren perseverar...

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