El gran lugar del alba En el mundo todo se anuncia

Era sábado. Mientras iba a la casa de Colette Delozanne me azuzaron inquietu des con respecto al lugar que le corresponde dentro de una historia del arte venezolano. La primera vez que entramos en contacto fue a partir de un texto que escribí sobre su exposición Tiempos de devoción, curada por Bélgica Rodríguez, en el año 2010. En la muestra, las piezas enaltecían un recorrido que ha consolidado grandes pasos para la cerámica como materia expresiva y para la mujer como protagonista dentro de las artes visuales. Riesgo, fe y compromiso son las palabras que mejor describen su esencia y su obra. El resto son las metáforas infinitas que de allí se desprenden, los vínculos tejidos, las traducciones de un espacio-tiempo siempre distinto y siempre igual. Yo necesito hablar contigo, me dijo aquel día en su exposición. Me urge comunicar a los artistas más jóvenes esos secretos de la materia que van a quedarse en mi taller. Tenemos que encontrarnos. Hoy, minutos antes de llegar a su taller no dejo de pensar en la madurez apresada por sociedades apáticas. Ignorancia que bosqueja vacíos de lo que debería ser un pasado digno para las nuevas generaciones. De estos vientos lóbregos está plagada la tempestad de nuestro presente. Para los que vivimos algunas chispas de todo aquello el ahora se va transformando en una emulsión agria, emanaciones de un algo que éramos y que no sabemos dónde está. Llegué. A las variables del ex travío se opone la sonrisa de Colette. La casa está repleta de piezas. Hay tantas que cuando se llega a la garita de la calle Aripa basta con decirle al vigilante que uno va a la quinta de las esculturas. --¿Era muy difícil ser mujer y artista en aquel período? ¿Dibujar territorios visuales poco estudiados en el país? --Claro. Todos me decían que yo no era ni ceramista ni escultora y que nadie entendía lo que hacía. Estaba en un momento donde sentía cosas inconcebibles que debía realizar. El punto más arduo fue cuando gané el Premio Nacional de Artes del Fuego aunque la mayoría opinaba que se me rompían las piezas en el horno porque el resultado era incomprensible. Pero tuve grandes amigos que me ayudaron a seguir: Rafael Cadenas, Adriano González León, Juan Calzadilla, Elizabeth Schön, Francisco Narváez, Antonia Palacios, Juan Liscano, Aquiles Nazoa... gente como yo, idealistas, locos... Cuando recuerda a Nazoa le brilla la mirada. Durante diez años fue su asesora en el programa Las cosas más sencillas, transmitido por VTV. Hablaban...

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