212 guardianes salvan vidas y custodian las costas mirandinas

Augusto González tiene 23 años de edad y reside en la población de Carenero, en el estado Miranda. Afirma que estudia una carrera técnica en electricidad, pero su verdadera pasión es nadar. Cuando leyó el aviso de prensa en el cual solicitaban jóvenes para desempeñarse como salvavidas en Barlovento, de inmediato se inscribió y fue seleccionado para ser parte de los 212 guardianes de la playa de las costas mirandinas. González asegura que desde pequeño quiso aprender a nadar. Relata que estuvo a punto de morir ahogado en un balneario, mientras disfrutaba en compañía de su familia, pero su hermano, experto en natación, le salvó la vida. "Tenía apenas 7 años de edad y desde entonces me propuse aprender la disciplina deportiva. Tiempo después leí en la prensa nacional que la gobernación de Miranda buscaba muchachos con edades entre 18 y 26 años para que formaran parte del proyecto. Me postulé y me seleccionaron". Agrega que compagina la actividad con sus estudios. "Aunque curso una carrera universitaria, mi verdadera vocación en salvar vidas. De hecho, mi primer rescate fue hace año y medio, en el operativo de Semana Santa 2009. La playa de Puerto Francés estaba colmada de temporadistas, todo marchaba sin novedad y, de repente, una mujer comenzó a gritar que su hija se estaba ahogando. Me lancé al agua y sólo veía las manos de la pequeña, de 6 años de edad; me sumergí y al intentar sacarla golpee la cabeza con una piedra y por poco pierdo el conocimiento, pero en cuestión de segundos tomé a la chiquilla por las piernas y la llevé a la superficie. Fue una odisea", expresó. Samuel Oropeza, otro de los guardianes, lleva año y medio adscrito al programa, aunque confiesa que le tenía miedo al mar."Cuando era niño no me gustaba la playa porque en una oportunidad estuve a punto de ahogarme. No sabía nadar y me lancé, me atrapó un remolino y si no es por mi papá, que es pescador, no lo estuviera contando", dijo. Desde que ocurrió el incidente, el padre de Samuel se empeñó en que aprendiera a nadar, aún cuando no se dedicara a la disciplina. Fue así como le fue perdiendo el miedo al mar, al extremo de que todos los fines de semana iba a la playa con los amigos. Actualmente estudia tercer semestre de una carrera técnica en informática. Cuenta que un amigo, que también es guardián de la playa, le sugirió que se incorporara al equipo, pues sabía nadar y podía percibir ingresos extra. "No lo pensé dos veces y quedé seleccionado. Me encanta este trabajo y...

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