La Guerra Fría era otra cosa

Eran otros tiempos. John le Carré pertenecía a una estirpe diferente. Lo definieron los años sesenta y muy especialmente la Guerra Fría. Comenzó a trabajar como espía del M16, servicio secretó británico, y más tarde convirtió esas experiencias en gran literatura. El caso inverso tiene nombre y ape llido: Andrew Warren. Fue director de la CIA en Argelia entre 2008 y 2009. Y extravió su carrera por la violación de mujeres argelinas. Las adormecía y más tarde abusaba de ellas. En 2011 fue condenado a 6 años de prisión y 12 de libertad supervisada en Washington, DC. Le Carré ha contado muchas veces cómo fue que llegó a crear ese personaje maravilloso que se mueve por cinco novelas de espías como pez en el agua, George Smiley, encarnado por Gary Oldmann recientemente en una nueva versión de El topo, del sueco Thomas Alfredson. El servicio de inteligencia se creto que yo conocí ocupaba oscuras suites de pequeñas habitaciones frente a la estación de subte St. James Park, en Londres. Cuanto más alto se iba, más secreto. El propio jefe Âllamado Control en mis libros vivía en el cuarto piso de un pequeño edificio destartalado al final de un corredor arácnido y después de subir una pequeña escalera. Trabajó para MI6 en los años se senta, durante las cazas de brujas, cuando la paranoia frente a la Guerra Fría armonizaba los servicios. Todos los días llegaban filtraciones de desertores soviéticos. Aportaban pruebas de nuevos espías encubiertos en el MI6. Esto infectó la historia: quería recrear ese mundo secreto, el de la gente viviendo en una burbuja, sin poder confiar en nadie. El misterio de quién le dijo qué a quién. Era una época muy extraña. Ciertos problemas de actitud convertían a una persona en un sujeto dudoso. ¿Era gay ese señor?, ¿comunista acaso?, ¿doble agente quizás? No se podía confiar en nadie. Ni contarle a la esposa a lo que se dedicaba. Desconfiábamos de la mis ma gente con la que trabajábamos y sabía de nuestro trabajo, un mundo secreto dentro de un mundo secreto. La excitación de la vida era con quién trabajábamos y con quién compartíamos los secretos, y eso está a un paso de la cama. Se sentía nostalgia por la ver...

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