Guerra a muerte

Las maneras que ha utilizado el grupo de gobernantes militares -y sus camarillas civiles- en lo que va del siglo XXI para apoderarse de las riquezas del país han evolucionado con el tiempo. Empezaron con modalidades toscas como el llamado Plan Bolívar 2000, que otorgaba a algunos jefes privilegiados de la Fuerza Armada buenas tajadas del presupuesto nacional para que realizaran obras de caridad y avance social. Como estaba previsto, las obras de caridad comenzaron por casa y los efectivos castrenses encargados fueron los grandes beneficiados. Todo el país lo supo, pero "oficialmente" nadie se dio cuenta, aunque llamó la atención que algunos militares pasaran sin transición del trabajo asalariado a la opulencia.

Además de la riqueza del Estado, la camarilla en el poder reconoció la existencia del resto de la sociedad mediante la identificación de sus riquezas. Y fue por ellas. "Ven a mí que tengo flor", fue el grito de batalla. Empezó por un hato de Barinas que una familia del lugar codiciaba, tal cual dijo el poeta, "como el niño pobre ante el juguete caro". Pero el régimen no se atrevía a asaltarlo con un simple decreto en la Gaceta Oficial, por lo que se inventó el método "Chaz" de negociar: el propietario entregaba su riqueza a cambio de que no dispararan en su contra el arma de reglamento.

Después no se negoció, sino que el poder se impuso con argumentos ideológicos. "Ser rico es malo", por lo tanto debes entregarme tu riqueza para obtener la salvación eterna. Esto se aplicó a los civiles venezolanos. Para las grandes corporaciones extranjeras se recurrió a la compra, con dineros del...

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