La guerra a muerte de Chávez

Hace unos días ocurrió. Mientras miraba la televisión ver la televisión implica verlo a él me acordé de una famosa canción de cañoneros que interpretaba el conjunto Los Criollos formado por vendedores del mercado de San Jacinto, incluida en un cassette que todavía conservo en mi carro. Hablaba de un sultán del imperio marroquí que le regalaba a Francia un gallo fino, a Inglaterra un bravo león, a Rusia un oso polar... y a Venezuela, país de glorias, le daba flores para poder conquistarla. Más folklórico también más derrochador que el mentado sultán es el autócrata venezolano, que bien pudiera declararse mediante Ley Habilitante emir, rey o príncipe y convertir a Venezuela en emirato, reino o principado la chifladura es impredecible y la patria siempre tiene bordes imprecisos y aguanta cualquier decreto de guerra a muerte: ¡El que no es chavista no es venezolano!. No cuesta mucho imaginarlo revolcándose entre decenas de cojines, mientras escucha una de esas danzas árabes que se enrollan y desenrollan, se enredan y desenredan, hasta desmoronarse: El sultán tiene una pipa de oro y plata / con cien mil incrustacio nes de hojalata / cuando sale del baño su favorita / al sultán se le enciende la pipita. Empeñado en pagar, regalar, donar, costear, prestar, a brinco rabioso o en maleta, a países de...

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