Ni guerra ni paz

En el curso de estos días, los venezolanos de a pie tienen una duda.¿Murió el diálogo? ¿O solo está temporalmente congelado y dentro de algún tiempo, gracias a la cálida gestión de los cancilleres de Unasur, se reanudará como si la confrontación actual únicamente hubiera sido una discrepancia menor entre parientes? Esta incertidumbre es el resul tado de un malentendido, porque en lugar de preguntarnos por el destino de unos eventuales encuentros entre representantes de un sector del gobierno, el más duro e intolerante, y un sector de la oposición, el más moderado, la interrogante a despejar es otra. ¿Realmente se llegó a entablar un diálogo entre unos y otros con el propósito de alcanzar un entendimiento mínimo entre las partes, capaz de devolverle algo de tranquilidad al espíritu alterado de la nación? Si la respuesta es, como yo pienso, negativa, nada ha muerto, caballeros, y nada se ha congelado tampoco. Lo que no ha existido, sencillamente, no muere ni se suspende en ningún vacío.Esta realidad la ha esclareci do directamente Nicolás Maduro. Hace casi dos semanas pronunció una frase escalofriante: Una cosa es una mesa de diálogo y otra una mesa de componendas y negociaciones.Aquí no vinimos a negociar nada. O sea, que todas estas conversas no han sido más que eso, cordiales tertulias para tomarse un cafecito y comentar el estado del tiempo o discutir sobre el sexo de los ángeles. Nada más, sobre todo si escuchamos lo que señaló Maduro la semana pasada sin el menor rubor: si la MUD no regresa a la mesa del diálogo, el diálogo continuaría de cualquier modo, con ellos mismos.De este inaudito modo, el ré gimen se ha sincerado. Desde los remotos inicios de esta supuesta revolución bolivariana, sus jerarcas, siguiendo el ejemplo de Hugo Chávez, han desconocido sistemáticamente la existencia del otro, razón unidimensional por la cual, cuando el régimen menciona la palabra diálogo, en verdad habla de monólogo. Unos dicen esto o aquello y los otros escuchan y asienten sumisamente. Un ejemplo reciente ha sido la indignación sin límites de Maduro al reunirse con gobernadores y alcaldes, entre ellos David Smolansky, al ver que el alcalde de El Hatillo hizo un gesto negativo con la cabeza en el momento en que él hablaba de su legitimidad presidencial. Durante la historia del chavismo este ha sido el estilo del régimen al relacionarse con la oposición. Ejemplo: la crónica incomunicación entre diputados del gobierno y de la oposición en la Asamblea...

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