Las hallacas como competencia materna

Yo he visto y presenciado en varias oportunidades el comportamiento materno en los campos deportivos infantiles. En una ocasión una madre enfurecida con un minipitcher que había justamente ponchado a su pichón lanzó no sé cuántos improperios y obscenidades al menor que había humillado a su prospecto. El umpire asombrado ante el rosario de vulgaridades no tuvo más remedio que expulsar a la alocada madre de las tribunas donde la fulana ejercía sus funciones de madre nutricia e hincha. En esas ocasiones nuestras progenitoras se comportan como camioneros.Hace unos meses, en Barqui simeto, en la celebración de un juego amistoso de fútbol, otra madre sufrida y llorosa viendo al equipo de su hijo perder por goleada le sacudió un bofetón a su marido al propio tiempo que le decía que por su culpa el pequeño jugador no mostraba ninguna habilidad y que seguramente en un futuro no muy lejano se convertiría en otro panzón jugador de bolas y dominó. Luego lanzó un es cupitajo al suelo y salió como alma que lleva el diablo.Y es que las madres no admi ten que sus párvulos no sean perfectos, y, ayayay señores, en materia de hallacas, allí sí se prendió el candelero.Desde que somos recién na cidos estamos expuestos cada diciembre a que las madres seguro tienen alguna organización secreta y clandestina donde se trasmiten lo que se llama comúnmente el eterno femenino, que incluye el asunto de las hallacas alaben las multisápidas de sus propias madres, y ellas las de sus abuelas, y así sucesivamente hasta Eva, que según leo en las sabias Escrituras no solo comió la fruta del árbol prohibido, sino que con las hojas preparó la primera hallaca de la historia.Esa conseja de calificar el su culento bocado navideño materno como el mejor no es sino una conducta inducida para desconocer la habilidades paternas en todo lo referente a descorchar un buen vino o hacer una buena parrilla. Los efectos perversos de comer esos bocados decembrinos en el peso, el colesterol, el colon, el ritmo cardíaco y el esófago son olvidados curiosamente por nuestras mamás. Si todo esto es aterrador y confuso, lo es aún más en mi caso, dado que ni mi madre...

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