Haneke en otro plano de trascendencia

Luego del respeto reverencial que dejó la función de estreno de Amour el domingo, casi quedó sentenciado: si un filme debía ganar en una floja edición número 65 del Festival de Cannes, era la incursión en la soledad de la decrepitud del director austriaco Michael Haneke, que entra en la lista de los cineastas que han logrado dos veces la Palma de Oro Francis Ford Coppola y Emir Kusturica, entre ellos, y al mismo tiempo se eleva a un estatus en el que debería librársele de que su obra sea evaluada o comparada. Haneke, que dedicó la pelícu la a la promesa que comparte con Susanne, la esposa que lo aguanta desde hace 30 años, está en otro plano de trascendencia. Protagonizada por los actores franceses octogenarios Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant, quienes fueron ovacionados ayer durante la entrega de trofeos, Amour defiende el derecho de despedirse con dignidad de una larga vida, y conservó la imagen de la fiesta del cine que más se contrapone a Hollywood, que en 2012 tuvo mucho de mercadotecnia en la polémica selección oficial y en eventos como la exhibición de A Therapy, un publicortometraje que Roman Polanski aceptó dirigir con el patrocinio de Prada. Temas como la decadencia de los contenidos audiovisuales o la denuncia del capitalismo salvaje que atomiza la unidad europea estuvieron en filmes como Reality, del italiano Matteo Garrone película ganadora del Gran Premio y la comedia triste The Angel?s Share, del siempre militante británico Ken Loach que se alzó con el Premio del Jurado. Pero a pocos metros de las sa las de exhibición, Brad...

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