El haz y el envés

Los goles franceses de Fernando Aristeguieta bien pueden ser el co mienzo de una era. ¿Estamos exagerando? Tal vez, tal vez. Decimos esto porque encima de la virtud realizadora del Colorao, pudiera cabalgar una nueva mirada hacia Venezuela. Se ha visto al país como una comarca beisbolera, y poca fe hay en los jugadores de este lugar, pero el atrevimiento del atacante de cabellos rojos y mirada seria y profunda, podría hacer voltear las miradas. Si vemos con detenimiento hacia Europa, si sinceramos las cosas y somos realistas, los jugadores venezolanos no son tomados verdaderamente en serio. Veamos: todos los que han llegado a los confines del océano Atlántico han ido a tener a equipos pequeños, de baja clasificación, y con la excepción de Juan Arango, no figuran en asuntos importantes. Salomón Rondón, que fue llevado del Málaga al Rubin Kazan ruso por una suma inimaginable para un futbolista de este país, ha pagado alto su osadía, pues aquel es un fútbol casi clandestino, si nos referimos a su difusión en los medios, y seguros estamos que el bombardero de Catia cuenta los días para que la temporada termine y tener la posibilidad de ir a otro lugar... Por estos días, hace un año, Venezuela tenía 10 o 12 goles en el fútbol español, tales eran las conquistas de Nicolás Miku Fedor y Rondón. Hoy el casillero está carente de números, pues no hay quien diga este gol es mío. Además, de los venezolanos que están en España, válganos, ninguno de ellos ha jugado un minuto en el fútbol de casa: Fernando Amorebieta, Andrés Túñez y Dani Hernández marcharon a Iberia en sus días de infancia para no volver. Entonces, si las andanzas de Aristeguieta son una verdad y una promesa, si todo esto es el haz de la suerte; el envés, la parte de atrás, es lo que por estos días se ve por aquí. El fútbol de casa necesita con urgencia el empuje...

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