Hechos a mano para andar a pie

La parroquia Candelaria es de esos lugares que tienen un sello particular. En ello tiene mucho que ver su tejido urbano, hecho de pequeños edificios de la década de los cincuenta que se abren a la calle, la presencia vecinal en torno a sus espacios públicos gracias en gran parte a las tradiciones y modos de los inmigrantes que animaron esas prácticas, las tascas, que forman parte de su identidad y constituyen un referente culinario de la ciudad, y finalmente la abundante y diversa oferta comercial, ingrediente esencial de su vitalidad. Esas características han pro piciado que Candelaria tenga un intenso flujo peatonal, el cual se sobrepone a la falta de pasos peatonales, el excesivo tránsito de vehículos por las estrechas calles y a unas aceras mal diseñadas y plagadas de materos que dificultan la movilidad. A pesar de ello, la manera más agradable y eficaz de moverse es a pie. Deambular de tapas, mirar vitrinas, pasear por esas calles, todavía forma parte del espíritu de la zona. Por eso cualquier transformación que se proyecte debe reconocer aquí la existencia de una cultura que reivindica cotidianamente los sitios públicos, pero también los privados, como lugar de encuentro, y reconocer, además, el potencial dinamizador de su comercio. Generar y articular más áreas para el intercambio bulevares, pasajes, ciclovías, paseos vegetales, parques es necesario y factible. Si una propuesta así se hubiera implantado años atrás, quizás la parroquia Candelaria se hubiera ahorrado ese fallido búnker de...

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