Los Helados Coppelia

El Presidente de la República pierde la paciencia y da muestras de irritación muy justificadas cuando se entera de que asuntos de la administración pública funcionan mal, o no funcionan en absoluto. Es perfectamente comprensible que esto ocurra porque está en juego no sólo el crédito del jefe del Estado sino la suerte de la revolución.

No deberían suceder estas cosas, pero parecen ser el denominador común de la época. La cuestión es de tanta entidad que en el fragor de la campaña, cuando por los afanes electorales visitaba una fábrica nacionalizada, o recorría una calle donde los huecos amenazaban la estabilidad del carromato en que se trasladaba, molesto, frustrado, el Presidente le prometió a sus prosélitos que crearía un "ministerio para el seguimiento". El Presidente no se contuvo y, en no pocas ocasiones, les hizo ver a los altos burócratas que no repetirían en sus cargos o que de algún modo "pagarían" sus indolencias y el vicio de sus perezas.

Más pronto que tarde, el Presidente cumplió la promesa de crear un "ministerio de seguimiento", pero la cumplió a medias.

Le añadió una responsabilidad más al Ministerio de la Secretaría, y esto al parecer no es la solución. La experiencia lo demostró sobre la marcha. La ministra tiene que moverse en helicóptero de un lugar a otro, cada vez que se enciende la luz roja de la flojera. El Presidente se ha encargado de difundir esto él mismo, con sus palabras y sus instrucciones, de modo tal que se escribe aquí con la tranquilidad de que nadie puede sospechar segunda intención al abordar el asunto.

En una de sus recientes cadenas desde el Palacio de Miraflores, el...

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