¿Eres hembra o varón?

Esas vacaciones decidí ser varón. No era que estaba cansada de ser mujer. 11 años son pocos para ejercer con hastío la feminidad. Era que quería experimentar esa libertad que veía socavada en la hembra. Quería desprenderme de las ataduras del fashion preadolescente. Me negaba a ese destino de mamita rica al que se lanzaban de clavado mis amigas. Mis dos amigas eran bellas. Más que bellas, coquetas. Me costaba adaptarme a ese ritmo de colorete, lima de uñas y brillo labial. Poco entendía la sección de moda de la revista Tú . Tampoco sabía afeitarme las piernas traté, a hurtadillas de mi mamá, pero hice tal reguero de sangre en el baño que terminé castigada por una semana. Una de mis amigas ya lucía con orgullo un par de auténticas tetas talla doble XL que la hacían ver adulta, aunque sólo tenía año y medio más que yo. La otra compensaba la escasez de protuberancias incluyendo bajo el sostén una ambiciosa masa consistente en un entramado de papel toilette y algodón. Yo, siguiendo sus pasos, una vez lo intenté y el resultado fue atroz: uno de mis senos se alzaba, abultado y seguro de sí mismo, hacia el cuello; mientras el otro se deshacía a la altura del ombligo. Macuto Ânuestra playa de los sábadosera para ellas la posibilidad de exhibirse, de ser mujeres antes de tiempo. Para mí la aspiración de crecer era aún remota. Permanecía pequeña, flaquísima, lampiña y plana. Me negaba a cualquier encuentro con el mundo adulto. En cambio, ellas no. Iban a la playa a broncearse con aceite Mennen para niños mezclado con yodo aún nadie hablaba de hueco en la capa de ozono ni de cáncer de piel, se echaban como lagartas en sus toallas de Hello Kitty, ya no nadaban conmigo ni corrían olas, ya ninguna quería competir a ver quién aguantaba más tiempo sin respirar debajo del agua y no lo hacían porque cómo iban a arruinar el alisado con rollete. Luego, les decían a sus mamás que les dieran plata para un refresco, sólo por el gusto de acercarse a uno de los bares de la playa y mostrarles sus culos semidescubiertos a los borrachos que se derretían en la barra, quienes, mientras se rascaban allí abajo, les gritaban: qué buenas se están poniendo, lo que les hace falta es un macho. Y ellas salían corriendo, haciéndose las espantadas, pero deseosas de volver al rato, y seguir jugando con ese erotismo decadente. Así que nuevamente volvían a pedir dinero a sus mamás, esta vez para ir a poner en la rocola una canción de la Fórmula V, Eva María se fue buscando el sol en...

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