Heroína de nuestro tiempo

Yoani Sánchez, la valerosa disidente cubana que con la intensa actividad en su blog www.desdecuba.com/generacióny y su cuenta de Twitter @yoanisanchez ha despertado la conciencia de cientos de miles de lectores sobre el drama de su país, pasó unos días en México. No es una activista revolucionaria: es una testigo de la historia que desde hace muchos años, en condiciones de permanente acoso profesional, psicológico y aún físico, decidió ejercer el derecho elemental conculcado en Cuba de expresar en público lo que piensa, ve, cree.En una conversación me na rró una anécdota reveladora.Su padre llevaba a sus pequeñas hijas en sus viajes. En un trayecto atisbaron metros delante una vaca amarrada, cuya cabeza no su cuerpo entraba en la vía. Cuando el tren arrolló al pobre animal Yoani se horrorizó, pero su padre le explicó lo que había ocurrido: bajo pena severa, los campesinos en Cuba no pueden tocar siquiera a sus propias vacas. Por eso las sacrifican de ese modo. Si la muerte sobreviene por un accidente, los campesinos pueden obtener permiso oficial para comer la carne de su propia res.Miles de anécdotas similares constituyen la pesarosa vida en Cuba. Anécdotas de privación, de colas para conseguir el pan o peripecias para ganar unos dólares que completen el magro salario oficial. Si hubiese que resumir en una palabra lo que falta en Cuba sería muy sencillo: libertad. Pero para quien vive en libertad es a veces difícil imaginar la vida en un lugar donde no la hay.Ésa es una de las razones por las que la Cuba de los Castro, inverosímilmente, sigue convocando devociones a pesar de sus fracasos y su inadmisible permanencia de más de medio siglo en el poder: sus adeptos fuera de Cuba prefieren no imaginar lo que sería su vida si en sus países de origen faltara no una, sino todas las libertades.La libertad económica, por ejemplo. La elemental libertad de comercio. En el pueblo más pobre de América Latina, los indígenas reviven, semana tras semana, la milenaria institución del mercado que en Cuba se abolió por décadas y ahora aparece tímidamente, como un mal necesario en la isla de la fantasía. No hay más negocio cubano que el Estado, propiedad privada de los Cas tro. Los que sí pueden existir y prosperar son los grandes negocios en manos de extranjeros, que gracias a la supresión absoluta de libertad sindical cuentan con la mano de obra cautiva de los cubanos. En Cuba tampoco hay...

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