El Homero de la cultura moderna

Jorge Luis Borges le anunció a una periodista en octubre de 1984 que fenecería ese mismo año, pero la muerte lo ignoró y esperó 21 meses más para llevárselo. Hoy hace 25 años de su fallecimiento. Pero entonces Borges ya era inmortal.

Cuando lo enterraron en el Cementerio de Plainpalais, en Ginebra, sólo James Joyce y Franz Kafka habían sido tan traducidos como él. Ganó todos los premios que en su época se ofrecían al talento en las letras, con la excepción del Nobel de Literatura, lo que él atribuyó a sus opiniones políticas.

La izquierda de su país lo tachó de derechista, pero repetía que prefería la anarquía, no como sistema político sino como utopía. La realidad es que no le perdonaron ser un recalcitrante crítico del gobierno de Juan Domingo Perón, que en su segundo período lo destituyó de la Biblioteca Nacional de Argentina y lo puso de "inspector de pollos", como bromeaba Borges refiriéndose al puesto en el despacho de Agricultura que le ofrecieron luego de su expulsión del de Cultura.

Degree cero. Mientras las críticas políticas se desdibujan en el recuerdo, sin embargo, la literatura de Borges ha quedado para la posteridad. "Temo que, en cualquier momento, la gente se dé cuenta de que me han sobreestimado. Entonces quedaré como un cambón, o lo que es peor, como un impostor", decía el autor. Pero su fama no sólo quedó marcada por la perdurabilidad, sino también porque se...

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