Las homilías de la resistencia

D espués de proclamar el Evangelio según San Juan, queda un lapso para atender las circunstancias que enfrenta el país.Los feligreses miran al sacerdote como intentando, por medio de la palabra de Dios, obtener respuestas ante la incertidumbre política.Por la quietud de sus cuerpos podrían confundirse con las imágenes de yeso en los altares del templo. Quizás sea una calma que, puertas afuera, no existe. Ese silencio que cubre a la Catedral de Caracas, también los envuelve para escuchar la homilía.Monseñor Adán Ramírez, deán del Capítulo Metropolitano de Caracas, con un pasaje bíblico de la vida de Jesucristo promete una historia de salvación. Celebran la cuarta semana de Pascua y cuenta cuando Jesús, después de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: Yo les aseguro: el sirviente no es más importante que su amo, ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.Monseñor explica la frase: Puede que caigamos en la tentación de sentirnos más cuando se nos da un servicio en la comunidad o en la Iglesia. La persona puede creerse que es dueño de Dios, que es dueño de todo.Pese a que es jueves y es la misa de 8:00 am, la cantidad de voces que contestan Gloria a ti, Señor Jesús logra la sonoridad de un coro. El padre sin hacer mención directa a gobernantes y políticos le encomienda a Dios a quienes tienen cargos y responsabilidades al servicio de los demás.Para que busquen siempre el progreso y la paz.Hace 10 días, en el Santuario Nacional Expia torio, en La Concordia, ofrendaron velas para darle luz a los gobernantes y que entiendan que su trabajo es un servicio. El sacerdote inició la homilía con una plegaria por las madres de los jóvenes que han muerto durante las protestas. Luego de una breve pero contundente pausa, retomó sus palabras para enlazar con la cotidianidad que abruma a los feligreses.No todo es vida, esa vida debe ser plena. Por eso hay jóvenes que prefieren morir en la calle que vivir sin ser libres. Las miradas se mantenían fijas al frente. De vez en cuando, alguna voz carraspeaba en medio de las pausas. Apenas el padre continuaba su prédica, el silencio se imponía para atender a las palabras que salían desde el púlpito. Paso a paso los asistentes cumplieron con los responsorios y las ofrendas: una por la paz, otra por las madres que perdieron a sus hijos en protestas, otra por los alimentos, la salud y por la iluminación de los gobernantes.Antes de terminar, el sacerdote...

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