Las extravagancias están permitidas en el hotel

A juzgar por el lobby uno juraría que se equivocó de lugar. No. Este jamás podría ser el lugar del check in. Parece más bien una discoteca, un bar nocturno. Lo indican las luces, la música tecno que suena de fondo, el ascensor que se asemeja a una cápsula futurista, esa aura hip desenfadada. Pero justamente esa es la promesa del hotel W: la noción de un antihotel. Hospitalario, pero relajado, irreverente, bohemio. Cien por ciento compatible con el talante neoyorquino. No en vano tiene cuatro sedes en la ciudad: una en Times Square, otra en Union Square, una Lexintong Avenue y una cerca del World Trade Center. Sólo en un hotel como éste uno puede encontrar en la habitación una bandeja de supervivencia, donde hay desde una gigantesca chupeta tipo arcoíris, un kit de intimidad para pasar una noche apasionada y un suplemento vitamínico para la resaca. Todo lo que necesita un casanova contemporáneo para hacer de las suyas en la ciudad que no duerme. Y también algún adulto contemporáneo que quiera envolverse de esa vibra cool que caracteriza a la Gran Manzana. Sólo en los cuartos de W, le treros dialogan permanentemente con el huésped. El agua no dice agua, sino: Moja tu silbato; en vez de No molestar, el cartel del la...

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