El que se humilla, vence

Refrán Japonés. Qué le pasaría por la mente a Hisao Anaka, el todo poderoso presidente de Toshiba, cuando se inclinó por treinta segundos como gesto para pedir perdón públicamente por haber infl ado las ganancias de la empresa. No fueron sus ganancias. Seguramente el dolor de la vergüenza es tan cruel como el otro gesto que le hubiese correspondido, que era el que usó hace unos años un ministro de agricultura de Japón, que se quito la vida por malversación de fondos.El haraquiri como respuesta a la derrota forma parte de esa milenaria cultura.No es cualquier cosa para un hombre público tener la valentía de pedir perdón por engañar a los ciudadanos. En esta región latinoamericana tan convulsionada por los escándalos de corrupción, los políticos no usan expedientes como esos, no tienen la nobleza de pedir perdón y someterse a la justicia por los graves perjuicios que le producen a sus países y fundamentalmente a los más pobres cuando el señuelo de la riqueza fácil se les presenta antes sus ojos. En estos días hemos visto como va en picada la popularidad de Dilma Rousef precisamente por los escándalos de corrupción...

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