Humor de loco

Hace mucho tiempo tuve la oportunidad de conocer a Hugo Chávez en la antigua librería del Ateneo de Caracas posteriormente confiscado por él. Un amigo común, el caricaturista Omar Cruz, bautizó allí un libro que yo prologaba y que Chávez apadrinaba. Un poco rara la situación de esa combinación. Puedo jurar que Chávez nunca me gustó, inclu so desde el fatídico día del golpe de Estado cuando dijo: Por ahora. En ese entonces todavía él no era presidente. Los dos fuimos amables, sobre todo por respeto a nuestro amigo Omar Cruz. Lo cierto es que cuando nos presentaron, extendió su mano y me dijo: Oye Claudio. Yo gozo una bola con las vainas que tú haces. A mí me salió del alma contestarle: Qué casualidad, yo también gozo con las tuyas. Nos reímos y bautizamos el libro. Si no fuera por el enorme daño que está hacien do, en especial a quienes lo apoyan, Chávez sería un gran comediante; por eso es tan interesante el segmento de Globovisión Aunque Usted No lo Crea. No puede ser que exista un personaje así; por ejemplo, el otro día, cuando vinieron unos chinos que supuestamente construirán unos edificios y el ferrocarril, la cosa se puso buena, ¡qué loquetera! Fue increíble ver aquel pocotón de funcionarios y empresarios chinos calándose más de tres horas de cadena, traducida del Chávez al chino, que no es lo mismo que del castellano al chino. Aquellos pobres chinos tenían cara de estar en la luna, pero, ¡en la luna china!: la traductora no hallaba cómo traducir canciones, chistes y cuentos de cuando él vendía arañitas en Barinas; lo mejor fue cuando firmó el contrato: Y ahora vamos a poner la rabo e?cochino. La traductora se le quedó viendo y dijo algo así: Aolá, plesidente... va ponel... eee... la labo...

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