Se ha ido el dueño de la pelota

Llegábamos a Santiago de Chile, a Buenos Aires o Río de Janeiro, y la pregunta de los periodistas de esas latitudes era infaltable: ¿Cómo está Pedro Febles?. Hemos viajado ahora hasta los tempranos años 80, cuando el fútbol venezolano no era reconocido por sus virtudes sino por sus infaltables fracasos. Sin embargo, a Pedro Febles sí, porque sus andanzas en tres copas América, Premundiales, incontables partidos de copas Libertadores, le habían creado una reputación que estaba más allá. Febles es un jugador de una altísima cultura táctica, le oímos decir a un veterano hombre de televisión chileno que lo veía andarse por la cancha, toda aquella elegancia, toda aquella inteligencia, en un merodeo intuitivo que le indicaba dónde estar en cada situación. Deportivo Italia fue su punto de partida, y luego llegaría al Galicia, Atlético San Cristóbal y Marítimo. Y en la Libertadores del 87, junto a Franco Rizzi, al Táchira como refuerzo. Eran otros tiempos para el fútbol nacional, casi amateur, que jugadores como Pedro Febles se encargaron de iluminar. Jugó en la Olimpíada de 1980, en Moscú, y por ahí también andaban Nelson Carrero, Bernardo Añor, Asdrúbal Memín Sánchez, César Guacharaca Baena, toda esa pandilla de tipos con agallas que en estos tiempos hubiesen ido a jugar a Europa o Suramérica, con contratos en cifras mayores, y siempre proyectados por Manuel...

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