La ignorancia perfecta

Con la eliminación de los libros y revistas de las listas de productos que podían recibir dólares preferenciales, los estantes de las librerías y de las bibliotecas públicas y privadas quedaron anémicos. Cuando las restricciones monetarias alcanzaron el papel, las rotativas de las imprentas se llenaron de orín y telarañas. Cada vez más los puntos referenciales se limitan a la superlativa estrechez mental del funcionario provisionalmente a cargo, que lo primero que ignora es su función.En una revolución en la que un oficial de caballería puede ser designado hoy director de un hospital y mañana presidente de un banco, y un latonero encargarse de la historiografía del país, no debe extrañar que la lectura sea una actividad sospechosa y perseguida.No se castiga el talento sino el conocimiento, su tenencia y la creación de saber. No quieren competidores ni que les señalen los errores, que son tantos y tan disímiles.Es muy honda la tristeza que revela la mirada de Juan Barreto y muy complejas las correspondientes disfunciones endocrinas que pudieran generarse en su organismo. Debe sentirse tan incomprendido y vejado como Mijaíl Bulgakov, el autor de El maestro y Mar garita . Cada vez son menos los que entienden y digieren su escritura atrabiliariamente posmodernista, tan llena de retruécanos dignos de la epistemología de la ciencia, y tan buen blanco para la burla.Si casi...

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