Todo será iluminado

Demasiada gente por ahí adivina conspiraciones todos los días. El Gobierno cubano prohi bió recientemente el alpinismo en el Valle de Viñales, a tres horas de La Habana, por considerar que algo peligroso tramaban los escaladores. Otros ponen en duda que la gente se enferme gravemente. Cuando veo que la duda se convierte en religión, me acuerdo de Andrija Puharich y de su alma gemela, Uri Geller. Para ser científico, ex católico graduado de médico otorrinolaringólogo en la Universidad de Northwestern de Chicago, descreía de las pruebas más fehacientes de la realidad. A finales de los años cincuenta comenzó a coquetear seriamente con la parapsicología. Un médium de la India lo indujo tras la pista de los Nueve, forma superior de autoridad, según palabras del escéptico Martin Gardner. Puharich confirmó los mensajes de los Nueve a través de otro médium, el doctor Laughhead cabeza de risa, oriundo de Arizona. La curiosidad que se despertó en este médico lo condujo por senderos insospechados: entró en contacto con un psíquico holandés; estudió los hongos alucinógenos; patentó 50 inventos para sacar del silencio a los sordos; siguió la pista de Arigó, curandero mágico de Brasil; fotografió ovnis y escribió dos libros, Más allá de la telepatía y El hongo sagrado. En 1971 su crecimiento espiri tual alcanzó una de las cimas más altas, cuando conoció a un muchacho israelí de pelo ondulado y pantalones campana, Uri Geller. Corrían los insondables años setenta y este aprendiz de mago entretenía botiquines de medio pelo en Tel Aviv. El magnetismo entre ambos fue arrollador y se crea un sistema. A uno de los dos le pasan las cosas Uri. Al otro le corresponde ser testigo, guardián y escriba Puharich. Y empieza lo bueno: el cargador de una pluma estilográfica de Puharich desaparece en Nueva York y aparece en la mano de Uri Geller en Tel Aviv, mientras éste observa un ovni. El estuche de una cámara de fotos de Puharich que se encontraba en su habitación de Ossining, Nueva York, queda oculta en las sábanas de su so cias en Israel. Uri Geller se siente incómodo con su figura, por unos kilos de más, y desea comprarse un cinturón vibratorio, para ponerse en línea. Una pequeña historia privada que a nadie...

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