La imagen quema

La imagen creada por el artista es algo completamente diferente a un simple corte practicado en el mundo de los aspectos visibles. Es una huella, un surco, un coletazo visual del tiempo que ella quiso tocar, aunque también en aquellos tiempos suplementarios fatalmente anacrónicos, heterogéneos-, que ella no puede, en tanto que arte de la memoria, dejar de aglutinar. Es la ceniza mezclada, más o menos cálida, de una multitud de hogueras.Pues en ese sentido la ima gen quema. Quema con lo real, a lo que por un instante se ha aproximado como se dice en los juegos de adivinanza, te quemas por casi tocas el objeto escondido.Quema con el deseo que la anima, con la intencionalidad que la estructura, con la enunciación, incluso con la urgencia que manifiesta como cuando se dice ardo de deseo o ardo de impaciencia. Quema con la destrucción por el incendio que estuvo a punto de pulverizarla, ese del que escapó y del cual, por eso mismo, es capaz hoy de ofrecer aún el archivo y y la posibilidad de imaginarlo. Quema con el brillo, es decir, la posibilidad abierta por su misma consumación: verdad preciosa pero pasajera, destinada a ex tinguirse como la vela, que nos ilumina y al hacerlo se consume a sí misma. Quema con su movimiento intempestivo, incapaz como es de detenerse en el camino como cuando se dice quemar etapas...

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