¿Lo imagina usted rallando el queso?

  1. La forma como se realizó la pa sada campaña electoral, la que llevó al presidente Chávez a obtener más de 8 millones de votos y, montado sobre ellos, a la reelección para el cargo que viene ocupando desde hace ya un tiempito, no fue precisamente el ejemplo de una cruzada ideológica, sino, más bien, una empresa ligera, concebida en torno a las emociones y a la interminable cadena de promesas que permite la renta petrolera. Nada que envidiarle, así pues, a la forma como se encara la venta de un producto cualquiera en el mercado, ocultando aspectos seguramente más importantes y poniendo el acento nada más en la envoltura. II. Sorprende, entonces, oír decir que la votación obtenida hace un mes recoge el mandato del pueblo para llevar a cabo un proyecto socialista al estilo siglo XXI. Como si la propaganda electo ral del Corazón de mi Patria y la figura sonriente, casi tierna, del candidato, llevara consigo el endoso del votante a la revolución bolivariana. Y como si el chavismo fuera ab solutamente homogéneo, suerte de bloque de concreto armado, sin la más mínima fisura política y no existieran votantes del más variado pelaje en cuanto a motivaciones e ideas, como un popurrí político del cual es casi imposible extraer una conclusión de semejante envergadura. III. Sorprende, por tanto, observar la pretensión de Presidente de desplegar el Estado comunal, un componente de la oferta socialista, el cual si hemos de obedecer a lo establecido en la Constitución nacional-, implica un viraje radical con respecto a la concepción vigente hoy en día en Venezuela, plasmada, según el artículo 4, en el formato federal. En la propuesta se trata, conforme reza el argumento que se nos ha dado, de llevar el poder al pueblo para reforzar su capacidad de decisión con referencia a los problemas locales y también los nacionales. Aristóbulo Istúriz nos lo ha explicado muy bien a través de su doc trina del queso. En efecto, el ahora candidato a gobernador equiparó este derivado lácteo al poder y señaló que la única manera de que fuera de todos, era rallándolo y pegarle un ventilador, para que cada hombre y cada mujer del pueblo tenga una hilachita. Pareciera muy cuesta arriba no sentir simpatía...

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