Lo imposible

Las fuerzas de la naturaleza económica y política se oponen a la reali zación del Festival de Cine Español. Por tanto, es un auténtico milagro contar con una nueva edición del evento, más allá de críticas mezquinas a la calidad de su selección oficial, reducida a la mínima expresión de diez títulos. Si fuera por la voluntad de los organizadores, la cifra se multiplicaría al doble. Pero, objetivamente, el problema de fondo escapa de sus manos. Hagamos un pequeño recuento para entendernos mejor. Desde la ascensión de Mariano Rajoy al poder, la industria ibérica sufre una serie de recortes y amenazas a la diversidad de su pujante cultura audiovisual. La culpa no sería de la actual gestión del Partido Popular, sino de la crisis incubada durante el gobierno de Rodríguez Zapatero, cuando estalla la burbuja financiera y el modelo del estado de bienestar. Acto seguido, miles de personas quedan sin trabajo, casa y esperanza de futuro. El fantasma del paro se adueña del inconsciente colectivo, así como las generaciones de relevo buscan respuesta en las tomas pacíficas de las plazas. Nace el movimiento de los indignados. Por ironías de la historia, la protesta callejera desemboca en el mismo túnel de la Primavera Árabe. Llegamos al año 2012 y el tsunami de la depresión empieza a asolar las costas de la cartelera hispánica. Se decreta el incremento de 13 puntos en el impuesto a la venta de entradas y boletos para películas. El más alto de la comunidad europea. Según cálculos, la medida es contraproducente. Al respecto, la entendida Begoña Piña afirma: Los efectos inmediatos calculados son la desaparición de 2.020 empleos, el cierre de 859 salas y una reducción de 221,37 millones de euros en los ingresos...

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