La imprescindibilidad de Kirchner

Cristina Fernández adolece de un mal común a todos los izquierdosos de nuestro continente: una íntima convicción de su condición imprescindible. Solo que cada día que pasa, las poblaciones de este hemisferio se oponen más contundentemente al continuismo, al deseo obcecado de perpetuarse en el poder. La protesta pública de la sema na pasada en varias ciudades argentinas no es la primera en contra de los desatinos del gobierno Kirchner, pero tuvo decibeles de mayor calibre. La razón es una sola: la sociedad se opone de manera contundente a que se intente un proceso de reforma constitucional para llevar por tercera vez a la primera magistratura a la actual jefa del Estado. No solo fue su el gran número de manifestantes lo relevante: frente a la residencia presidencial de Cristina de Kirchner se reunieron más de 750.000 personas, cuando una manifestación similar en septiembre pasado había conseguido captar a 50.000 seguidores. Las características de este grito de descontento colectivo fueron extremadamente dicientes: la manifestación no tenía un líder visible, una figura cimera que capitalizara la acción. Careció de una organización política que lo armara, es decir, se originó de la espontaneidad civil y fueron he terogéneos las vías que se articularon inteligentemente para llamar al colectivo a decir que no: Internet, teléfonos celulares y redes sociales. El resultado estuvo a la vista: en años no se había producido una movilización de la magnitud y la contundencia...

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