Impuesto bolivariano

Juan, nombre ficticio, es feriero, a saber, uno de esos andinos llegaron los gochos, dice la gen te que arriban con su camión cargado a un lugar cualquiera de la ciudad y con otros monta su feria de verduras a precios más bajos que los del supermercado. Como buen andino, Juan es ordenado, acucioso, respetuoso y diligente. Le gusta tener todos sus asuntos en regla. Por eso cuando el guardia le para en la primera alcabala apárcate ahí, a la derecha y con cara de pocos amigos golpeando la voz le pide todos los papeles, va sacando parsimoniosamente y con cachaza montañesa uno tras otro sus documentos: los papeles del carro, la licencia, el certificado médico, los seguros, la guía. El guardia ya sabe que todo lo va a encontrar en regla y no tiene reparos en reco nocerlo. Sin embargo, añade: Todo está bien, pero te falta el impuesto bolivariano. Juan, buen andino, ya está prevenido. Saca su cartera y paga el impuesto aludido. Nosotros lo llamamos vacuna, coima, matraca, burla y sarcasmo, pero nos equivocamos. Es un impuesto, y bolivariano además, porque es producido en socialismo, tiempo de bolivarianismo nominal y trapacero. Juan se tranquiliza porque sabe que ya no le van a pedir nueva erogación en ninguna de las infinitas alcabalas que tendrá que pasar en el largo y azaroso recorrido desde sus Andes nativos hasta Caracas.De alguna manera, mediante un sello, un papel que dice otra cosa o una simple llamada de celular...

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