Impuntuales hasta con relojes atómicos

La hora es un fetiche para la camarilla gobernante, pero no co mo simple medida del transcurrir del tiempo. Su fijación y su tormento es la exactitud, la rigurosa precisión en milésimas, y quizás hasta millonésimas de segundo. Quiere hacer algo en el momento justo, no antes ni después. Ni atrasarse ni ade lantarse, por ahí se les va la vida y algunos rastros de la fortuna tan generosamente mal habida, pero siempre lle gan tarde.Es público, notorio y comuni cacional que la nomenklatura oficialista, con el perdón de la redundancia pero hay que distinguirla de la pranería no ofi cial, ha respetado a su manera el legado del Coba criollo: vemos que en cada sarao y picopico se presentan con un reloj pulsera distinto y más caro, más lujoso y más extravagante que el anterior, con todas las aplicaciones imaginables, que lucen con el mismo desdén con el que, en sus tiempos de proletario, Juan Barreto reconocía en las entrevistas que sus calzoncillos eran marca Ovejita y no Play Boy, ambos hechos en Venezuela.Coleccionar los relojes más lujosos del mundo fue una obsesión para Chávez sin que fuese necesario que el mercado petrolero diera el salto has ta los 140 dólares el barril, sin que nadie prefigurara que el Plan Bolívar 2000 sería el degredo que resultó ni que nadie diera crédito a los corrillos que se propagaban entre las empresas constructoras de que en el Ministerio de Infraestructura las comisiones habían pasado de 10% a 40%, sin contar el paso por...

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