La infancia la memoria la ruina

La poesía el poema más bien forjado con las secreciones de la memoria, habita en un tiempo, en un lugar y en unos hechos lejanos. También en las personas que ya no somos. Y en los que fueron. Los difuntos Fundarte, 2010, de Vielsi Arias Peraza Valencia, 1982, viene a confirmarlo. El libro fue distinguido con una recomendación de publicación en el Premio de Literatura Stefania Mosca del mismo año de su edición y está conformado por un solo cuerpo de treinta poemas. Estos, a la manera de fotografías desleídas, van sucediéndose hasta completar el álbum que alguna tía guardara con celo en el fondo de una gaveta.Una nota al final del conjunto denuncia dónde y cuándo ocurrieron los poemas, bajo su forma original: hacia 1980, en un pequeño caserío llamado El Castaño, en algún lugar impreciso entre Valencia y Puerto Cabello. Pero incluso si damos con el sitio, ya sólo podremos asistir al paisaje que nos ofrece cualquier lugar donde se registró un hecho histórico, cuando lo visitamos en el presente el único tiempo del que tenemos certeza.El lenguaje y su alquimia sirven para apenas acer carnos a lo que la poeta-cronista intenta registrar.El código elusivo de los poemas apenas roza una verdad que, intuimos, está incluso fuera del alcance de la misma autora real. Los poemas parecen más bien esbozos, pinturas abandonadas, no culminadas en sus detalles, porque la memoria es igual de borrosa. La infancia, ese trastero al que Rilke nos aconseja volver cuando ya no tengamos de qué hablar, es materia prima y abono para la nostalgia hecha texto. La ruina, y los...

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