La inmensidad del Caura

Dicen que han visto otros ríos. Otros muchos. El Danubio en Viena. El Tíber en Roma. El Sena en París, el Rin en Colón. También recuerdan el Tajo en Toledo, el Támesis en Oxford y el Volga en Astraján. Dicen que todos son históricos, enormes, fotogénicos, conocidísimos, espectaculares. Pero que nunca habían visto uno como el río Caura. Y con cada metro que avanza la curiara, los seis estonios se vuelven más y más fanáticos. Señalan, preguntan, casi gritan de pura emoción y vuelven a repetir que allá en Estonia, desde donde llegaron hace dos días, no hay nada que se le asemeje. No hay nada tan grande, tan jurásico, tan de cuando nació el mundo, tan Julio Verne. Nada ni remotamente pare cido a esos 723 kilómetros de agua marrón rodeados de selva. Todavía no saben que es el tercer río más caudaloso de Venezuela Âsuperado sólo por el Orinoco y el Caroní ni han visto el enorme grupo de cataratas que divide al río en Alto y Bajo. Tampoco le han tomado fotos a las guacamayas, toninas o anacondas que andan por ahí, pero ya Indrek, Veronika, Karin, Rain, Merle y Marko declaran su asombro ante el recién descubierto Caura. Cuando lo conozcan todo, la cosa va a ser amor apasionado. Pero todavía falta para eso. Apenas ha pasado media hora desde que la curiara de acero salió de Maripa Âpueblito orillero que queda a 240 kilómetros de Ciudad Bolívar y no han sido los minutos más rápidos de la vida. La lógica dice que la fórmu la más efectiva sería ir en línea recta por el medio del río con los 2 motores Yamaha de 80 caballos a toda máquina. Total, allí no hay sino agua. Pero la lancha ha cruzado, desacelerado, zigzagueado y vuelto a acelerar al menos 15 veces. Mientras los 6 estonios toman fotos como si fuesen japoneses y el guía Rafael explica que serán 2 días navegando contra corriente hasta llegar a las famosas cataratas, Irwin, el indígena yekwana que comanda la nave, esquiva y esquiva cientos de conos invisibles. Hasta que de pronto, se ha cen visibles. Allí, en mero centro del río, hay una piedra del tamaño de una casa. Y otra y otra más. Rafael sonríe y dice que sí, que el capitán Irwin sabe su asunto, que se conoce de memoria las burro `e piedras que hay debajo del agua. Porque los yekwanas Âla et nia mayoritaria de la cuenca del río nacieron en una curiara. Así como nosotros aprendemos de chamines a montar...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR