Intentar lo imposible

Se cree y repite dogmáticamente que la paciencia tiene más poder que la fuerza y, posiblemente por ello, se la tilda de virtud «Con paciencia, el cielo se gana», asegura la sabiduría proverbial, tal la esperanza, «sueño de los hombres despiertos», a juicio de Aristóteles, que lo es en el plano teológico y, de acuerdo con la frase hecha, «lo último que se pierde» fue lo único que quedó en la mítica caja abierta por Pandora para saciar su curiosidad y liberar las desgracias que agobian a los hombres, ¿sexismo griego?. Ambas virtudes, que, en otras circunstancias, honrarían a quienes las profesan, han devenido, para la oposición democrática del país, quizá no en vicios, pero sí en flancos vulnerables a los ojos de sus adversarios. Para el oficialismo, porque fantasea con que la historia lo absolverá, yo te aviso chirulí, y malicia que «en revolución lo extraordinario se hace ordinario», cual sentenció un médico con reputación de asesino serial, Ernesto Guevara, quien, emulando al Dr. Mengele, no con el bisturí, afinaba su puntería disparando a sangre fría sobre presuntos contrarrevolucionarios, condenados sumaria mente al paredón, marca distintiva de los barbudos que se adueñaron de la isla caimán; y, contra la historia forjada desde la sinrazón, poco pueden la paciencia y la esperanza. La disidencia radical, por su parte, rechaza de plano la bíblica resignación del santo Job, y, después del fiasco revocatorio, supuso que descendía al infierno y siguió, al pie de la letra, la dantesca inscripción, Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate, que, en su vestíbulo, desahucia a los pecadores.De la paciencia de los venezola nos, los piratas rojos, fachadas y testaferros de mandarines verde oliva han abusado hasta el cansancio con las invasivas cadenas del figurón, sus tediosos discursos y, sobre todo, con el mísero bozal de arepas que reparten a su aire los llamados comités locales de abastecimiento y producción, CLAP, entre quienes no tuvieron más remedio que hacerse con el carnet de patriotas, aunque los traten de igual manera que a mendicantes y pedigüeños, pues, contrariamente a la Revolución francesa, que transformó a los súbditos en ciudadanos, el socialismo del siglo XXI retrotrajo al ciudadano formado en democracia a la condición de vasallo de su dictadura.El pasado fin de semana, títeres y titiriteros se pasaron de maraca y de tambor con la puesta en escena de la operación de defensa multidimensional integral independencia 2018, deplorable...

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