Una invitación a romper paradigmas

Una vez que estamos en Plaza Venezuela, se agradece verla recuperada. En su escala cercana, que sus obras de arte hayan recuperado su esplendor, que reaparezcan como evidencia de que la gente puede convivir con ellas, que sus jardines estén cuidados alrededor de una fuente que refresca la mirada y la piel. Y si miramos hacia arriba, en la gran escala, se aplaude que hayan desmontado las desproporcionadas piezas publicitarias que coronaban los edificios emblemáticos en una suerte de buhonerismo corporativo. Claro, esa agradable sensa ción de atravesar un gran escenario urbano se desdibuja por completo cuando intentamos acceder a ella. Cabría decir que el acceso a la plaza es una suerte de casting o un observatorio evolutivo: sólo entran a ella los urbanitas más aptos, los más rudos, los más temerarios. Pero como en la plaza se constata eventualmente la presencia de señores mayores, niños muy pequeños y personas con alguna disminución de su capacidad para moverse, entonces podríamos pensar que lo dicho en las líneas precedentes es una necedad. O podríamos pensar que Caracas es una ciudad donde, a la fuerza, nos obligamos a cultivar la tauromaquia para lidiar contra bestias a motor de muy variado pelaje. Plaza Venezuela, entonces, es una brutal metáfora: no se accede a los beneficios del espacio público sin pagar tributo al rey de la ciudad: el carro. Si queremos transformar esta plaza en un verdadero nodo peatonal, no se puede eludir esa batalla, a menos que estemos pensando en el cortísimo plazo, sin pensar en una reducción considerable de la presencia de vehículos, su pacificación y subordinación al peatón. Hace un año que Pdvsa La Estancia soltó por primera vez la noticia de que también para Plaza Venezuela se convocaría a un concurso para conectar este importante eje peatonal con el parque Los Caobos. Semanas atrás el tema volvió a repicar. Como la convocatoria parece inminente, decidimos hacer este recorrido perimetral de la plaza para auscultarla desde dentro hacia fuera. Corre que no vienen carros. Debe ser una de las frases más sonadas en los alrededores de la plaza. Hay cuatro rayados peatonales y una inútil pasarela. Sólo el rayado de la conexión con Maripérez tiene semáforo. Quizá reducir la velocidad en la zona sea una eficaz manera de que los carros circulen más rápido. Entre otras cosas porque disuade a más gente de utilizar su vehículo. La descongestión en este caso depende menos de operaciones en la vía, y más de cambios en el...

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