Me iría demasiado

Las familias de cine levantaron a la industria vernácula, desde la época de los Villegas Blanco hasta nuestros días. A riesgo de sonar conservador, la descendencia de una generación a otra puede ga rantizar la perpetuación de un estilo, de una tradición.Por ello cabe destacar el encuentro de una madre con su hija en la producción del estreno nacional de Nena, saludáme al Diego , fruto del vínculo profesional entre la joven directora Andrea Herrera y su progenitora, Delfina Catalá. Dicha relación se proyecta en el acabado plástico y argumental de la película, cuyo guión narra precisamente el conflicto y la reconciliación de una mujer con su heredera, aquejada por un serio problema de identidad.La protagonista aspira a adoptar la nacionalidad argentina, pese a la férrea oposición del personaje in terpretado por María Alejandra Martín, preocupada por inculcar valores patrios en el espíritu de su prole. A primera vista, parece un tema escogido para acoplarse a la línea de reafirmación etnocéntrica del nuevo cine venezolano. En una segunda lectura, la idea de partida cobra una naturaleza tragicómica, digna de comentar. Según el desenlace, los empeños de la dama del tricolor tienen un alcance limitado ante la decisión de la fanática del tango de salir del país y descubrir su lugar en el mundo, al sur de la frontera, el espacio de la nostalgia edípica para ella.Compartimos la crítica velada hacia el afán mediático de arroparnos bajo la bandera de las ocho estrellas. También suena justo reivindicar el concepto de alteridad y del híbrido cultural. Grosso modo, el filme invita a aceptar nuestras diferencias con respeto y tolerancia. Aun así, quedan asuntos pendientes para el debate. ¿Maradona sigue siendo un referente, un ídolo para los muchachos de hoy en día? Ahora cuesta tomárselo en serio...

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