Jaque al pensamiento crítico

La conversión que sufren algunos exponentes del pensa miento crítico una vez que consiguen un cargo en el gobierno es semejante a la que sufren los predicadores del amor libre tan pronto se enamoran. Estos últimos postulan las relaciones abiertas y sin compromiso, en las que cada quien puede hacer lo que le provoque, sin que por eso se sientan infieles o traidores. Pero basta con que se enamoren para que se les active un obsesivo mecanismo de exclusividad, una exigencia de fidelidad, se vuelven celosos, posesivos y así queda en evidencia lo poco convencidos que estaban de su prédica. Algo semejante ocurre con aquellos voceros del pensamiento crítico que defendían la importancia de la crítica leal y comprometida para detectar y corregir a tiempo los errores, pero que tan pronto son designados en un cargo abdican de sus posturas contestatarias y se trastocan en fanáticos defensores del gobierno, exigiendo una lealtad e incondicionalidad a ciegas. Una revolución es un proceso de transformación rápido y profundo, no un largo camino de ensayo y error, de marchas y contramarchas que fatigan al pueblo y van erosionando su entusiasmo, su esperanza y su fe. Por la trascendencia de sus objetivos se abre paso con dificultad ante la resistencia que opone el viejo orden y lo complejo que implica construir el nuevo. La principal conspiración viene de la inercia del aparato estatal heredado, plagado de prácticas perversas que en muchos casos se han agravado. Las tensiones entre el burocratismo y las nuevas formas de poder popular aún no han sido resueltas. Enfrentar las desviaciones que aún persisten en los poderes públicos, desconcentrar y traspasar al pueblo el poder represado en ministerios...

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