José Luis Ramírez: Los problemas de la vida son más difíciles de resolver que los de la ciencia

Desde que José Luis Ramírez tuvo su primer acercamiento al estudio de los seres vivos, nació en él su interés por comprender la complejidad de la biodiversidad. Luego tuvo la certeza de que dedicaría su vida, a través de la biología, al saber de las ciencias naturales.Él, un hombre curioso, sencillo y disciplinado, asumió desde muy joven que eran muchos los sacrificios que tenía que hacer para estar a la altura de los retos de la ciencia. Pero entendió también que esos sacrificios nacían desde la vocación. No desde la obligación.Hace 49 años, después de recibirse como biólogo en la Universidad Central de Venezuela, José Luis Ramírez realizó un doctorado en Biología Molecular en la Universidad John Hopkins, en la ciudad de Baltimore, Estados Unidos. Se había ganado una de las becas más importantes del país. Entonces tenía 29 años, era un investigador que había hecho su carrera estudiando de noche y trabajando de día —como profesor al principio y después como técnico en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)— y llegó a Norteamérica con la determinación de aprender sin descanso. Por su edad, pensaba que estaba en desventaja frente a sus compañeros que apenas salían de la adolescencia, pero en el camino se dio cuenta de que la constancia era la llave para llegar lejos.Cuatro años después regresó al país como el gran biólogo de la época. Hoy, para muchos, es el padre de la Biología Molecular en Venezuela. "A mí no me gusta ser padre de nada sino de mis hijos", se apresura a decir entre risas, en las instalaciones de la Fundación Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), en el estado Miranda. "Eso me hace sentir como un fósil viviente, o como si fuera el Simón Bolívar molecular".Hoy tiene 78 años de edad, pero todavía recuerda con precisión las ansias que sentía, antes de cumplir 33 años, de regresar al país. No solo terminó antes de tiempo sus estudios, sino que regresó con 2 publicaciones internacionales.El IDEA ha sido su lugar de trabajo desde hace 25 años. Está ubicado en la carretera de Hoyo de la Puerta. Al pasar la entrada se encuentran cuatro edificaciones pequeñas de laboratorios, todos especializados en diferentes áreas.La primera sala de laboratorio dentro del IDEA es la de genética forense. Es donde se procesan las muestras que llegan al instituto y donde se analizan restos antiguos. En el extremo contrario del pasillo está el laboratorio de servicios, donde se hace la manipulación génica, los plásmidos, las recombinantes, los experimentos.Hay otro laboratorio, con máquinas de tecnología avanzada, pero el paso es restringido. Es donde trabajan con RNA, una molécula sumamente delicada que todo lo contamina y lo degrada.A Ramírez sus 5 décadas como biólogo le han valido para hacer grandes aportes a la ciencia, que ha materializado en 154 publicaciones en revistas internacionales además de unos 10 reconocimientos nacionales, el más reciente de ellos el «Lorenzo Mendoza Fleury», el premio científico más importante que entrega el sector privado en Venezuela, otorgado por la Fundación Empresas Polar.—El mayor reconocimiento que yo tengo son los comentarios que hacen mis discípulos, mis estudiantes, esa es la recompensa más grande. El mayor premio es que te recuerden bien. Y el otro premio son tus hijos, que te quieran, que les guste compartir contigo.Habla con voz serena. Tiene el pelo cano y las manos como objetos de una impetuosidad frágil.Su éxito se lo atribuye a la persistencia. Su referencia, dice, es Gladwell y su método de las 10.000 horas. "Él argumentaba que toda la gente que ha sido exitosa ha cumplido ese riguroso método; que en su quehacer se concentran, son persistentes. No existe nada que no conlleve un esfuerzo tremendo. La sociedad venezolana, por ejemplo, no es persistente".—¿Por qué no lo es?—Porque la gente tiene la mecha muy corta y además de eso, frente a cualquier problema, arrugan. Y para prosperar en esta sociedad, no solamente tienes que ser persistente sino muy fuerte de carácter para no dejarte doblar por los problemas.Nació el 4 de enero de 1944 en Valencia, en el barrio El Socorro, en una casa que no recuerda porque solo vivió allí durante su primer año de vida y después fue derribada para construir un acuario. Sus padres, Carmen Ochoa, contadora y ama de casa, y José Domingo Ramírez, comerciante, se separaron antes de que él naciera. Solo tuvo una hermana. Su crianza se desarrolló en Caracas, con su mamá, su hermana, una tía que nunca se casó y su abuela materna. Vivieron alquilados por muchos años entre Los Rosales, Los Castaños, El Cementerio, Los Jabillos, en la parroquia Santa Rosalía.—En ese tiempo no había ranchos, sino casas muy viejas, de cuando se hizo el Cementerio General del Sur, en 1876, en el gobierno de Guzmán Blanco. Mi mamá alquiló una y vivimos ahí muchos años. Por la avenida principal aún estaban las vías férreas de un tranvía que en años anteriores pasaba por ahí. Tenía un corral inmenso con matas de mango, era otra época. Teníamos de todo, porque yo tenía un tío que era ingeniero de carretera y construía en los llanos las carreteras que se conocen como lomas de perro, entonces él nos traía alcaravanes, corocoras; una vez se presentó con un picure, teníamos gallinas, era una infancia muy divertida.Su tío Rafael tuvo siete hijos, también se convirtió en la figura paterna de Ramírez y su hermana. De él heredó la determinación de inventar cosas, el gusto por la buena música y la lectura. Además de ingeniero, construía lanchas y motores. También era pianista. "Tenía una creatividad que era desbordante, es el ser más inteligente que yo he conocido".Rafael murió a los 36 años de edad de un derrame cerebral, así que la compañía donde él trabajaba le...

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