Juan Carlos Chirinos libera sus lobos

Para poder pagarse los estudios de chef en una escuela de cocina, Paula toma un trabajo como criada en la casa de una viuda que guarda en secreto los términos espeluznantes en los que murió el padre de su hijo.

Esta es la historia que cuenta Nochebosque, la novela más reciente de Juan Carlos Chirinos, en la que reescribe en 160 páginas el cuento de la Caperucita Roja desde el género fantástico.

Ambientada en una mansión que limita con el aterrador bosque de San Guinefort Âcuyo paisaje proviene de las pesadillas individuales la historia se va articulando alrededor de un mundo onírico en el que pululan los desvaríos eróticos de la protagonista y las fantasías infantiles del pequeño Osip, custodio del Señor Ferris Âun oso de peluche que hace incursiones en la realidadÂ. Toda la anécdota del libro gira alrededor de una frase que articula la protagonista casi al final de la novela: "La verdad y la realidad son dos territorios distintos". Con este lema evidencia que en el mundo que habitan los seres humanos lo único real son las pesadillas y a partir de esta idea van construyéndose las ansiedades propias de una fábula fantástica. "Una historia de terror también es un artefacto, de muchas y pequeñas piezas, y uno debe tratar de que encajen todas más o menos armónicamente.

Y justamente eso es lo que más se disfruta mientras la estás escribiendo: en seguida quieres leer el resultado; como un pintor que se aleja para ver cómo le está quedando el cuadro", indica el autor residenciado en Madrid desde el año 1997. La novela, editada en España por el sello Casa de Cartón y presentada el miércoles pasado, se apega a la estructura tradicional de la ciencia ficción al estilo de Stephen King, a quien el autor nacido en 1967 en Valera envidia Â"y no de buena manera", bromeaÂ. El riguroso apego al género que le impide causar sorpresas produce en el lector la satisfacción de la gratificadora repetición ritual a la que se refiere Román Gubert en Mensajes icónicos de la cultura de masas (1974). La fidelidad irrevocable de Chirinos por el género vinculado a lo onírico y a las aprensiones le nació en Caracas, un mediodía del año 1992, cuando leía Drácula en un Metrobús. Le dio tanto miedo que supo que nunca más se podría separar de la seducción sublime que supone el género.

"El estremecimiento que da el terror es como sumergirse en un océano viscoso en el que cabe toda posibilidad expresiva. Una delicia", señala el autor que además del terror disfruta el género...

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