Juan Páez y el virus de la escritura

Decía George Steiner: Cuando la palabra eligió la tosquedad y flaqueza de la condición humana como morada de su propia vida imperiosa, la persona humana se liberó del gran silencio de la materia. O, para emplear la imagen de Ibsen, golpeado por el mar tillo, el mineral insensato se ha puesto a cantar. El hombre es un ser lanzado al infinito a través del lenguaje, trasciende por el habla y la lengua, por la capacidad de dialogar. Y sin embargo, cuando hace uso constante de esa comunicabilidad que lo define, puede parecer un afiebrado, un infectado de palabras. Porque curiosamente, la mayoría de los seres humanos le da poca importancia a ese milagro de hablar y de escribir. No lo considera altamente necesario o imprescindible. Hasta que pierde la voz o se queda sin la conciencia escrita. Por eso uno celebra a los se ñores que sigue usando el verbo para enlazar el pasado con el presente y para construir puentes que lleven una me moria hacia el futuro, hacia las generaciones por venir, que se podrán ahorrar unas cuantas oscuridades si se toman la molestia de leer. Desde hace muchos años a Juan Páez Ávila lo agarró el virus de la escritura. Ese es un virus que se introduce hasta el último rincón de la mente, de la memoria, ahí donde se acumulan los vapores subterráneos de la nostalgia. Es un virus que sólo se cura con reposo y con olvido y por eso se apodera cada vez más del cuerpo y la mente de Juan Páez Ávila. Es un hombre que no reposa debido al hecho inevitable de que su memoria es como una maquila de recuerdos. Por eso siente la necesidad vital de es cribir y de contar sobre las historias que escucha, que ha escuchado y que ha vivido. Esa es, por cierto, su particularidad: aunque los lectores crean en algún momento que Juan Páez está inventando historias, la verdad es que se trata de hechos que ocurrieron o que ocurren. Él se dedica, con paciencia de joyero, a entrelazar vidas y acciones, hasta llegar a la culminación de la narración fundamental. En esta nueva novela suya, Viaje a la...

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