El judío Jesús

¿Cómo tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Juan 4,9. Jesús era judío circuncidado, frecuentaba la sinagoga y guardaba la ley de Moisés. La primera comunidad cristiana, luego de la crucifixión de Jesús, era exclusivamente judía: iba al templo a orar, guardaba la ley judía y no admitía el bautismo para los no judíos. Tenía fresca la terrible experiencia de la prisión, condena y ejecución de su Maestro como un malhechor en la cruz. A pesar de ello, los apóstoles, María y otras mujeres iban al templo judío y enseñaban a cumplir la ley y no entraban en casa de los paganos. ¿De dónde se ha sacado en la Iglesia esa patraña del pueblo judío deicida asesino de Dios si los primeros no lo vieron así? Me llama la atención que toda vía hoy suene a novedad revolucionaria algo tan obvio como la reciente afirmación de Benedicto XVI de que no todo el pueblo judío condenó a Jesús y lamentar las fatales consecuencias que ha tenido esa interpretación tan opuesta a la de la primera comunidad cristiana. El amor de Dios presente en el Justo Jesús, ayer y hoy es aceptado por unos y rechazado por otros. El judío Jesús dio la vida por la verdad para abrirnos a Dios y al prójimo, más allá de las leyes y de las fronteras. El Domingo de Resurrección celebramos la gran fiesta de la vida, del triunfo del amor sobre la muerte. Dios resucitó a su siervo y lo envió, primero a ustedes, para bendecirlos haciendo que cada uno se convierta de sus maldades, dice Pedro Hechos 3,26. Maldades que no son exclusivas de ningún pueblo. Ayer y hoy el Justo Jesús es aceptado por unos e ignorado y rechazado por otros. Las deformaciones religiosas, el espíritu de secta y los nacionalismos excluyentes, han hecho estragos en la historia de la humanidad y de los países cristianos. Me sorprende la resistencia que hubo a que el Concilio Vaticano II revisara ciertas actitudes de la Iglesia Católica hacia los judíos. Los papas Juan XXIII y Pablo VI, ayudados por la sabiduría y tac to del cardenal jesuita Bea, pusieron todo su empeño y, en octubre de 1965, un total de 2.221 obispos con sólo 88 en contra tuvieron el valor de aprobar la Declaración Nostra Aetate. La declaración se refiere también a otras...

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