La justificación del cambio

Conmocionada, he recordado esos años de trabajo dedicados a ofrecerles caminos de esperanzas a decenas de niños en situación de calle. Repaso que al asumir Antonio la Alcaldía del Municipio Libertador, en enero de 1996, viajamos juntos a Bogotá, exclusivamente a localizar al sacerdote italiano Javier De Nicolo, recientemente fallecido, quien acumulaba una amplia experiencia en esa noble tarea de rescatar de las calles a niños sin hogares.Con su asesoría, en menos de un año se abrieron tres refugios.El primero de ellos con el nombre de nuestro insigne Simón Díaz, y concluimos inaugurando hasta cinco casas dedicadas a cumplir la misión de darles nuevos horizontes a más de un centenar de jovencitos.Desgraciadamente, esos te chos fueron desmontados, y como bien ha escrito la periodista Ana María Matute: Si Chávez una vez se llenó la boca diciendo que se cambiaría el nombre si veía a niños durmiendo en la calle, cumplió su cometido. Se cambió el nombre y ahora se llama Maduro.Las desgracias en las que se han visto involucrados menores de edad colocan ese terrible drama de manera muy destacada ante la opinión pública, donde se sabe que la crisis económica, social y moral que estremece al país tiene a millones de me nores como carne de cañón.Esos niños lo que ven es un país donde es normal que se asalten panaderías, pescaderías, carnicerías o cualquier establecimiento en nombre de una fulana revolución.Y mientras ocurren estas des dichas, nuestra industria petrolera sigue en bancarrota, al extremo de que no hay gasolina suficiente que despachar porque las refinerías están en malas...

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