Los laberintos del poder

En su columna de El Universal del domingo pasado, Elías Pino-Iturrieta escribió sobre El emblemático Aponte Aponte y, a pesar de lo deplorable que resulta mencionar al personaje, quiero detenerme en sus observaciones porque sería un error que pasaran inadvertidas. Esto es lo que nos sucede con frecuencia, y, como consecuencia, la montaña rusa de nuestros laberintos se va sucediendo con tal frenesí que nos vamos quedando como desahuciados, inermes, sin palabras, aterrados de lo que vemos y padecemos. Por eso me detengo en las reflexiones de Elías. Tocan la médula de nuestra desgracia y apuntan a la crisis moral que corroe a la nación. El historiador se pregunta cómo un hombre de la ignorancia y mediocridad del coronel pudo optar a cargos de tal rango y responsabilidad como fiscal militar, magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, y presidente de la Sala de Casación Penal del alto tribunal. Obviamente, no reunía mé ritos ni personales ni académicos para tan relampagueantes ascensos. Pero tenía una condición, la de incondicional del Presidente de la República y militante radical del proceso. Si contribuyó a hacer de la justicia la guillotina de la revolución, asumió con orgullo la misión de verdugo. Conviene, o es preciso ad vertir, que no era el coronel y magistrado el que tomaba las decisiones. No pasaba de ser el instrumento ciego de quienes ahora escurren el bulto y se dan golpes de pecho por haberlo dejado solo, teniendo como en efecto tiene tantas culpas y crímenes compartidos. No dudo de que ellos son más responsables que el magistrado fugitivo. No gastaré epítetos para referirme a él. Bastan con los que le disparan sus antiguos cómplices. Es preciso olvidarse del personaje para reflexionar en el fenómeno que representaba. A esto apunta el historiador Pino-Iturrieta. Olvidémonos por un mo mento del coronel, como si se lo hubiera tragado la tierra. Lo verdaderamente trágico nos espera. ¿Y qué puede ser algo tan nefasto? ¿Lo imagina, lo supone, lo percibe usted? Pues, muy simple. Al coronel Aponte Aponte lo sustituirá otro Aponte Aponte tan mediocre e ignorante como él, pero tan incondicional y tan verdugo como él porque la revolución bolivariana a estas alturas de la historia dejaría de ser revolución si no degrada la justicia y la condena a su misión de guillotina. De ahí lo emblemático, se gún Pino-Iturrieta, porque los Apontes proliferan, y son el denominador común de la burocracia reinante. Todos acampan bajo el mismo paraguas...

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