'Estoy ladillado de todo esto'

Canoso, de mirada inquieta, estatura mediana y nariz puntiaguda. Arturo Cubillas Fontán es un hombre libre. Se mueve con soltura por las calles de Caracas, pero sus pasos son custodiados por un escolta motorizado que no duda en descubrir su Glock ante la aproximación de cualquier sospechoso. El viernes en la mañana, mientras el Gobierno de España formalizaba la solicitud de extradición del presunto terrorista por la causa que instruye el juez de la Audiencia Nacional española, Eloy Velasco, el ex etarra tomaba café y degustaba un dulcito junto con su abogado Marino Alvarado, en un solitario y llamativo establecimiento de la avenida Universitaria, en la parroquia San Pedro, de Caracas. Compartían una mesa en el segundo piso del restaurante Pastelería Dulces Caprichos, donde debatían acerca de las estrategias que utilizarían el próximo martes 2 de noviembre durante la comparecencia de Cubillas ante el Ministerio Público venezolano. Evaluaban la posibilidad de no asistir, debido al incidente en el que fueron retenidas las dos abogadas españolas que lo asistirán. La conversación fue alterada por la llegada de inesperados clientes al local. Alvarado miraba con cautela a los visitantes, Cubillas se levantó de la mesa y caminó dos pasos en dirección a la escalera. Afuera, su guardaespaldas se apresuraba. - ¿Es usted Arturo Cubillas? - Y tú ¿quién eres?, respondió con una marcado acento vasco y se volvió hacia la mesa donde había estado sentado. Miró al abogado y, luego de un gesto que mezclaba sorpresa, confusión y hastío al advertir la presencia de periodistas, los dos hombres sonrieron. Quizás algo aliviados. - ¿Es él Arturo Cubillas?, la pregunta ahora estaba dirigida al abogado. Alvarado, todavía con la expresión de desconcierto de quien se siente descubierto, asintió con la cabeza. "Aquí me ves, soy un hombre de carne y hueso, normal", soltó Cubillas, abriendo los brazos con la intención de dejar ver su humanidad. Vestía pantalones de jean, franela roja, chaqueta negra y en su cuello colgaba un collar de cuero con una runa. Se despidió de su abogado y advirtió que no daría declaraciones, y que tampoco quería fotos. "Ya estoy ladillado de todo esto", dijo, utilizando una expresión muy venezolana, mientras su escolta, desde abajo, no perdía detalle de lo que ocurría. A Cubillas se le vio bajar la escalera, pero no salir del local. El hombre que lo esperaba volvió a cubrir la pistola que había dejado al desnudo minutos antes y se alejó sólo en...

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