Lara y Saragó, felices fiestas

Lara, Lara, Lara. Barquisimeto, Cabudare. Eduardo Saragó. Este no es una ciudad, no es un lugar: es un hombre que, pasados sus frustrados días de jugador, se erige como el más nuevo de los nuevos; el tipo que viene, con erup ción volcánica, a mostrarse como el técnico impulsivo que se lo lleva todo por delante en busca de metas. ¿Para llegar adónde? Cierta vez, en los pasillos de Venevisión y café en mano, tiempos del Mundial de Suráfrica, nos decía convencido que iba a llegar allá lejos, a la selección nacional, y que iba a ir a la Copa de Mundo. Entonces lo sentimos hijo del entusiasmo juvenil, del afán de sus años mozos, pero empeñado en una tarea posible. Tiempos del Deportivo Italia, del Petare. Ahora son tiempos de Lara, los guaros rojinegros ¿y qué tal llamarlo de ahora en adelante así, Los Guaros Rojinegros?, en un empeño por un fe que se abre, como las yes del camino, en dos sentidos: Lara y el título ya conseguido, el porvenir y la Copa Libertadores 2013, la formación de las bases para un equipo más auténtico y autóctono. En el otro sendero está Saragó y sus vislumbres de vida, sus sueños, sus 29 años de edad, sus anhelos, sus locuras... ¿Habrá alguien que se acuerde del Lara, los Diablos Rojos de los años 60? ¿Habrá alguien a quien que los nombres de Mateo, Paulinho, Arijorio, Argenis Tortolero, le remitan a los rincones oscuros y lejanos de la memoria? Aquel equipo, campeón venezolano del año 66, es el antecedente más cercano del que acaba de ganar el torneo Apertura. Eran...

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